Apareces inesperadamente
golpeando mi mirada
y desde lejos dejas de ser distancia.
Eres mi casa
sí, un mar de azul vástago
donde anidan tus ojos
de gaviotas verdes.
Allí sé que soy moro llanto
y húmeda mordida de ave
tras la vigilia de tus párpado.
Sé que ansioso esperas
el desafío de una carta,
con un horizonte ruidoso de palabras.
Pero soy acercamiento
a fuerza de extenderme,
porque el temor y la fatiga
desnudan este pertenecerte
solo a ratos en mis versos.
Y regreso como ola de pudor
salpicando tus arenas de prórroga.
¿Que si te extraño?
Sí… ¡no sabes cuanto!
Aprieto en el puño fuertemente
el dolor de estos viajes que ya no resisto,
porque asfixian el dulce diálogo
de esas calles donde aún
desandan juntas nuestras huellas.
Hoy he vuelto
rompiendo nuevamente
tanta cerúlea distancia
y aunque no hay nada que decir
que tu ya no sepas,
yo reitero en estas letras
que te amo.